No recuerdo en realidad cual de las profesoras fue la que nos puso esto, pero lo cierto es que casi todos los profesores quieren enseñarnos como debe de ser, primero a dibujar del natural para seguir con la pintura, pero ¡ay! que difíciles somos los mayores, la mayoría se negó a pintar estas cosas, entre ellas recuerdo una maleta vieja con unos zapatos y algo más, ahí si que me negué yo a pintar. ¡Era horrible! y muy difícil para nosotras. La perspectiva de la maleta abierta, asomando el zapato, era imposible para mi y mis compañeras. Así que quedamos con la profesora que a partí de la semana siguiente, cada una se llevaría una lamina o fotografía que le gustara para pintarla.
A fin de cuentas lo que nos lleva a asistir a estas clases es ante todo el relacionarnos, tener un motivo para salir de nuestras casas, hablar con otras personas y hacer amistades. A todos nos une la afición por la pintura, unos ya sabían de su gusto por ella, otros la descubren en estos talleres y se convierte en su entretenimiento preferido.
Cada uno hace lo que puede, muchos de ellos se sienten satisfechos de sus creaciones y felices, ya es un logro conseguir que tantas personas mayores, un día a la semana se olviden de sus males y tristezas concentrándose, durante tres horas, en su obra de arte que los llena de satisfacción y alegría.