Regatas en el Guadalquivir

Ayer domingo al pasar por el puente me encontré con estas regatas. Estaba muy bonito el río con tantos barquitos y sus velas blancas, hacia mucho aire y se veía una gran nube muy oscura y con ganas de descargar, así que no nos alejamos mucho al principio temiendo mojarnos.
Me acompañaba una sobrina, nieta de una de mis hermanas y mi perrita Lacky, a la que le encanta que la lleve al puerto, allí la soltamos y no para de correr, cuando llegamos a la puerta del jardín, entramos y paseamos por el, da gusto hacerlo por que es más pequeño que el parque y con muy poca gente, por no decir que se pueden contar con los dedos de una mano.






Los días de trabajo solo se ven a los jardineros y algún coche de vigilancia, estos también los ve por el puerto dando vueltas, a mi me da confianza y tranquilidad para pasear por estos lugares poco concurridos pero muy buenos para hacer ejercicio.
Hay que animarse a salir para andar a paso ligero, el que pueda y si no se puede con la practica se consigue. Lo que no hay que hacer es dejarlo, si el primer día se vuelve cansado, al siguiente lo estará menos, y así sucesivamente.
Una caminata de un hora diaria, nos quita de muchas pastillas ¡¡Animaos!!

Volver a lo cotidiano.

Parece mentira lo que cuesta comenzar de nuevo aquello que dejamos de hacer durante un tiempo. A mi me pasa, me está pasando con esto de escribir en el blog, también me pasa al empezar de nuevo a pintar.Si salgo de casa por más de una semana, cuando vuelvo es como si tuviera que aprender todo de nuevo, entro en la cocina y parezco una novata ¡Como es posible! Menos mal que esto dura poco, ¡Tenemos que comer, es lo primero que recuerdo!
Comprendo a aquellas personas que dicen tener depresión después de las vacaciones y es que a no hacer nada se acostumbra una corriendo.
A mi, cuando tenia un montón de años menos no me pasaba, volvía de las vacaciones con las fuerzas renovadas y deseando estar en casa para seguir con mis tareas cotidianas. Ahora ya nada responde como antes, ni el cuerpo ni la mente, hay que estar encima y pendiente de lo uno y de la otra. Si un día te encuentras más cansada de lo habitual y te sientas en el sillón más horas de la cuenta, a la mañana siguiente el cuerpo te pasa factura, la agilidad que te da el ir al gimnasio se esfuma en una semana que te quedes en casa.

Igual pasa con la mente, si dejas de entrenarla se vuelve vaga y las ideas no fluyen y las cosas se olvidan.
La memoria, este don tan maravilloso que tenemos y que cuando somos jóvenes, apenas nos damos cuenta de el, por que es algo natural, solo cuando empieza a fallar con los años es cuando nos percatamos de su importancia, de la cantidad de paseos que nos ahorraríamos si nos acordáramos a lo que íbamos a la cocina o al dormitorio. Cuantas veces volvemos del Supermercado con un montón de cosas menos la que teníamos que comprar.
¡En fin! Ya sabemos que los años no perdonan.