Ayer tarde fui a Tomares, estaba el día nublado y me encontré con este cielo de nubes, las bajas, oscuras como para descargar su agua, y las blancas parecían algodones dulces, ¡sí, de esos de las ferias! Ahora los tiñen de rosa, pero cuando yo era niña, todos eran blancos. ¡Como me gustaban y me gustan! Metía la cara en el algodón y al retirarla me traía un bocado y un pegote en la nariz pegado. Me daba risa y disfrutaba de lo lindo con solo aquel palo, envuelto en aquel algodón dulce y pegajoso que me dejaba las manos pegadas sin poder tocar nada, me chupaba los dedos intentando quitarme el azúcar, así hasta llegar a la caseta donde me las lavaba.
¡Que pena! que poco tiempo duraba aquel sabor dulce en mi boca, pero más pena me da, que gustándome tanto, no sea capaz de compradme uno cuando veo un puesto de algodones, pero se por que es; me veo con el pegote de algodón en la nariz y las manos pegajosas.
¡Ahora que lo pienso! En algún sitio de por aquí, he visto un algodonero, echaré toallitas de esas mojadas en el bolso, y la próxima vez me compraré uno ¡Lo prometo! Cerraré los ojos y me trasportaré a la feria de abril, a mis siete años, cuando me comía el algodón.
Hermosa fotografía y que decirte del recuerdo; ¡que ricas eran esas nubes de azucar, eran y son. Sólo que ahora me da verguenza comerlas, jaja... soy grande para eso.
ResponderEliminarmariarosa
Mariarosa, si consigo encontrar un puesto de algodones, te aseguro que me como uno, no quiero morir sin volver a probarlos, no importa lo grande que sea, ese gusto no me lo pienso quitar, ya me lavare la cara y las manos donde sea y como sea, pero yo...¡Me lo como!
ResponderEliminarBesos.